LA MADRE*










Del Libro Casialgo de Marce López Sirer


 

Cuando la palabra MADRE está en el labio de un niño pequeño.

Cuando el niño pequeño puede decir MADRE.

Cuando el joven dice MADRE.

Cuando el adulto puede aún llamar MADRE.

Cuando la voz de esta palabra se pronuncia en un gozo, en un canto; en un dolor y en una pena.

Cuando se puede decir MADRE en una risa o en una lágrima.

Cuando hay todavía una respuesta a esta palabra, desde aquella voz tan conocida, tan sabida, tan raíz desde el instinto, tan compañera desde el nacimiento.

Cuando hay aún una respuesta de voz a nuestra llamada.

Cuando suena todavía la respuesta de la madre a nuestro: ¡MADRE!.

El mundo es verdad, el mundo es real, el mundo está entero, está lleno; palpita en él una compañía, hay  una  población  de  mundo  y  nunca  estás  solo.

Si estás lejos, estás cerca... la misma frialdad de una ausencia transitoria, está entibiada por una presencia: por el conocimiento de que la madre existe en alguna parte y esto te la acerca presente, con una  realidad  de  materia.

La que pone la verdad del mundo, la paz del mundo, la  seguridad  del  mundo;  es  la  MADRE.


Todos tienen una MADRE. Hay una inmensi­dad de madres: todas las madres del mundo y todas son madres, pero, hay madres y madres... no, no son todas las madres igual de madres... ni todos los hijos sienten igual a la MADRE... y todos son hijos.

La MADRE esencial del hijo. La MADRE sustancia. La MADRE dada y recibida instintiva­mente; inamovible y perenne por sobre todo acciden­te, acontecimiento o defecto.

La MADRE y el hijo que no cortaron jamás el cordón umbilical y nutricio. La madre comunión. La MADRE hostia y la MADRE comulgada a todo lo largo del camino...

Todo se sabe. Todo se contempla. Todo se prevé. Todo se conoce...: que habrá un tiempo, una hora... Todos se imaginan a lo largo de la andadura de la vida...: que sucederá un momento en que no habrá MADRE... se imagina, se sufre, se calla y se padece en silencio mirándola, sin que ELLA se aperciba, imaginando aquel instante en abstracto, aquella realidad que no es realidad porque, a tu lado, llevas el consuelo y el hecho de su presencia... NO, no es una verdad, no es posible...: a ti no te puede suceder éso...

Todavía, cuando dices: ¡MADRE!, su voz te responde...No ha sucedido y... contemplas el tiempo largo. Más largo que la longitud del tiempo...: a ti no te puede suceder lo que les pasa a los demás... Tu MADRE es inmortal...Tu vida y la vida de tu MA­DRE, son una unidad indisociable y permanente...Tu MADRE es una excepción...Tu MADRE está en el cuenco  de  un  milagro...

...

Le miras la cara y es la cara de siempre: la cara de tu MADRE... La cara de tu MADRE, para tus ojos, es, siempre, la cara de tu MADRE...La suya, no es una cara de cara... es, otra cosa, ...otra entidad: es un todo de ser, ...es un todo de ti, invaria­ble... Es una cara singular... Es una cara irrepetible... No es un cuerpo ni una materia, es... No es éso,  ..., es..... es tu MADRE.

...

Y un día, ...¡hoy!, ...¡ahora!, ...¡¡ahora mis­mo!!, la MADRE, que sabía cuando llegabas sin verte, que conocía de tus alegrías o de tus sufrimien­tos, sin palabras... que en los ojos le sonaban casca­beles o le nacían lágrimas, según los hechos que vivías, y que  ELLA adivinaba, en silencio... Que entraba mil veces en tu habitación, cuando estabas enfermo, y escuchaba tensa y atenta tu aliento, toda viva de inquietud y ansiedad... Que se acercaba a tu lecho, flotando, traída en un soplo de plumas de pájaro y, ...se acercaba sin sonido; con el corazón sin latido..., para ponerte dulcemente el labio sobre la frente, como queriendo, en un sorbo suave, beberse la intensidad de tu fiebre o tu dolor: succión de tus males en la dulzura de tu beso... aquel beso indefini­ble, que no era beso ... contacto de vida, beso de vida suya para la dolencia  tuya...

...Más tarde, ya lejos de tiempo,... cuando ya, ella misma, muy enferma;... oye tu voz ... y aún entonces; ...en su hora más grave,... desde su fondo más íntimo...; en su hora última,... te dice, con la musicalidad de su voz, nacida como un surtidor quedo, luminoso de milagro extraído de los restos de su conciencia ya nublada, con un amor maternal danzando en su tenue palabra: "...¡OH,... mi hijo ha llegado!"... Aún entonces, la MADRE ha encontrado fuerzas íntimas, inexplicables y misteriosas, para extraer de sus más hondas profundidades, para arrancar lúcidamente a su  corazón,  ya camino de la eternidad, la trenza   de seda de su puro sentimiento por el hijo... Aún entonces encuentra al hijo, en la entraña del corazón y recogiendo, en supremo esfuerzo, todas las energías posibles,... le habla,... y no le habla como ahora sino; como siempre: con  la  misma  naturalidad... Aún en ese  momento, ...sus  palabras  cantan el himno al hijo... Y, ...ahora...: ahora ya no existe, ...ya no respira, ...ya no siente, ...ya, ahora... está inerte...: Ni expresión... ni voz... ni mirada...

Ahora... ahora mismo... ya no és...: Está, pero... no ES... El grito de... ¡MADRE!, ...desde la garganta del  hijo,... se  pierde  sin  oído:... No  hay  respuesta... Todos los gritos de ahora, para siempre jamás, ...quedarán  así  de  huérfanos...

... Un vacío de universo sin fronteras me ro- dea... No hay arriba ni abajo ni a derecha ni a iz­quierda...: sólo el vacío total...

Hay miles de personas, de animales y de plantas y de estrellas... hay todo lo que sigue, como ha seguido siempre... desde que hay Madres muertas pero, ...para mí, ...no hay nadie... ni nada más que decir, porque  no  hay  MADRE...

Puede que sí, puede que aún les grite, con todo mi grito de esta hora y con todo el grito más sincero y más profundo, a todos los hijos que ya no tienen  MADRE:

" Ya soy de los vuestros... Ahora os compren­do... Ya  no  tenemos  nada..."

Y, a todas las Madres muertas, desde la voz de  todos  los  huérfanos:


...              

"¡¡¡Descansad  en  paz!!!"