Del Libro Casialgo de Marce López Sirer
Estuve en el mar, en una barquita de vela. ...
Hacía mucho tiempo que no había sentido en la mano la fuerza del viento y el poder contenido en la caña del timón...
Un mar inmenso y una profundidad agobiante...
Me he sentido solo en esta frágil cáscara vibrante, como sobre un corcel vigoroso navegando en una pradera líquida, crespa y espumosa.
Me ha roído la carne la tensión de las cuerdas domadoras de las velas... y he cruzado las aguas y cortado las olas con el cuchillo de la proa de mi barca pequeña, como si mi pecho, fuese la propia proa...
He rasgado el azul violento de la mar con el tajo amolado de la quilla, dejando a cada lado y tras de mí, el vientre abierto de la hirviente espuma blanca y la carne violenta sobre un azul transparente...
He soltado los canes de una furia interna y una violencia recóndita, desde mis propios misterios, hendiendo, partiendo, abriendo y rajando el mar: dominándolo...
Y la impetuosidad reconcentrada en mis ojos; se ha descargado en el vientre fecundo y albo de la vela henchida por las furias de los vientos... y he tirado, con la potencia del cíclope, de las amarras y he doblegado, a mi capricho, al viento, en el impulso recio del hierro de mi mano cerrada sobre la caña y las cuerdas...
He ido lejos: donde la soledad era más soledad y el desamparo más desamparo, y he gritado un grito descomunal a toda la anchura del aire... sin respuesta.
...No había peligro. No sentía el peligro porque no le tenía miedo a nada. No tenía miedo porque, cualquier cosa me daba igual: porque nada me importaba...
Entre mi barca y el horizonte, ni una barca, ni otra vela compañera, ni un ser viviente, ni ave; ni una voz: la tierra, allá, ...lejana como un imposible; una sombra apenas perceptible.
...
Y en esa soledad pura, en ese mar virgen, he bajado la vela: el ala blanca y, la vida, se ha quedado quieta; mi vida y la vida del mundo y, así, me he desnudado en el desnudo de mi nacimiento y me he sumergido lentamente en la virginidad del mar... Estaba frío, de un frío helado y paralizador... Me ha pinchado el frío el cuerpo con todas sus agujas y ...se me huía el aliento.
He sumergido mi cuerpo y la cabeza en la enorme masa de la mar, y he abierto los ojos...y la he mirado por dentro contemplando su serena quietud y su abrumador silencio hasta que se me huyó el aliento...y, afloré la cabeza... y surgí, en un fuerte impulso, sacudiéndome las cascadas del agua empeñadas en permanecer adheridas a mi pelo, a mis ojos y orejas...
Había surgido de las aguas y encontrado el aire, naciendo... violento, de la liquidez espesa... y, hallé el mundo ...
La barca se había ido algo allá, fuera de mi mano,... llevada en los brazos de la invisible corriente... He nadado... con la briosidad desesperada de la brazada de mis brazos en el agotador esfuerzo...y...vencí...venciendo y, alcanzando la barca que se le huyo a mi mano.
...
¡ La alcancé !... Los músculos ateridos, la sangre fría, la carne piedra...
Ya subido y, mientras raspo enérgicamente mi piel con la áspera rudeza de las propias vestiduras. En las pestañas se me columpian gotitas de sal, y le vuelvo a gritar toda mi condición primitiva y, el espacio inmenso, que estaba allí, presente, invisible y entero, se ha tragado mi voz como si no hubiera grito; como si no hubiese nada.
...
¡Qué colosal sensación la del grito más vivo frente a la nada!
Pero todavía no he aprendido a ser humilde...: ya no aprenderé.
...
Sí, he llorado de amor, de cansancio, de fatiga, de agotamiento, ... de acabamiento,... por la perdida de seres queridos,.. pero nunca, por debilidad....
...Ya quizá nunca tu sabrás los designios de mis últimos tiempos, ni conoceré yo jamás los detalles de aquellas últimas horas: serán dos misterios y mutuos misterios.
Da igual: la mente tratará de ahondar, de penetrar, de descifrar, de adivinar o de concebir pero, a cada uno, le huirá la certeza absoluta del otro.
...
Sólo el corazón seguirá percibiendo, en sus dimensiones, ajenas a la materia, los efluvios de un destino inquebrantable más allá que la propia voluntad de los hombres y, la razón de la materia, impulsará la vida con sus fuerzas misteriosas e inexplicables.
En toda mi palabra, bulle una violencia: está en la naturaleza de mis raíces.
No me avergüenza ni mi llanto ni mi violencia; soy libre y, mis sentimientos son libres y es libre mi palabra.
...Lo que cada cual hace consigo mismo, es de su propia incumbencia.
La historia siempre tiene una página más o se queda siempre en la última página. ...La sangre de las rosas no es nunca inútil: sirve para amamantar otras rosas.
Y, en la pequeña barca, regreso largo al vacio puerto...
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Compartit per Caty Martinez i Joan Sancho "Jusan"