Segona part del "Manifiesto a Capdepera i Cala Rajada" de  Marce López Sirer

  
 

 

En estas circunstancias, llega el Turismo extranjero y, un Poblado primario, que tiene como base la pesca, se convierte en un Pueblo amplio, cosmopolita y floreciente que, sin casi darse cuenta, se erige en una especie de capitali­dad en la que, el primitivo núcleo de pescado­res, queda inmerso, influenciado y, en cierto modo, absorbido pero que no pierde por comple­to sus características.

Al propio tiempo, la parte de población que permaneció en Capdepera, se mantiene en unas constantes relativamente poco influenciadas por tan rápidos cambios pero pierde, a causa de los nuevos descubrimientos e invenciones, su industria casera del Palmito y ello hace que afluyan, de una u otra manera o de muy dife­rentes lugares, nuevos pobladores al disfrute o aprovechamiento del emporio de Cala Rajada.

Asi pues : Capdepera esta constituido por una población de origen esencialmente agrícola que tuvo, además, en el pasado, una productiva industria casera en el palmito y sus derivados, que constituyó gran parte de la base económica de sus vecinos. Es el origen y base del Munici­pio actual que fué segregación, en su día, del de Artá y que simboliza su identidad en el CASTILLO.

El carácter de sus gentes es, en general, pacífico, laborioso, ahorrador, tímido, introvertido; con marcada inclinación a la religiosidad, ya sea católica, protestante o espiritista.

Son dados al canto, la danza y a la música, para lo que tienen una predisposición natural.

Les vemos marcadamente individualistas,  lo que se puede deducir con solo contemplar sus campos de labor que no forman un todo sino una pronunciada división en parcelas y más parcelas separadas por muros de piedra que consideramos se produjo al subdividir, cada familia, sus propiedades, en fragmentos para repartir entre sus herederos.

De su seno nacieron; sacerdotes, comer­ciantes, profesores, deportistas y médicos brillan­tes.

Su idioma es un mallorquin de acentos y musicalidad especiales, distinguible  entre  el de los demás pueblos de la Isla.

Ese idioma, lleva las características fonéti­cas propias de la labor agrícola: pausada y suave; adaptada a su existencia pacífica y aislada en las tierras de cultivo y en la indivi­dualidad de su labor: es un hablar escasamente comunicativo y un tanto encerrado en sí mismo; poco dado a los excesos verbales y a la voz altisonante aunque no exento del proverbial pasatiempo de los pueblos foráneos, en el comentario y el chismorreo.

Las vemos, quizá con atrevimiento o faltos de conocimiento preciso, con las características  de las gentes de tierra adentro.

Citamos algo de su carácter y de su idiomática, porque después, los hemos de com­parar como rasgos distintivos, de los de  Cala Rajada.

...

Cala Rajada, viene a ser una parte densa­mente poblada del Municipio en la costa. En el pasado; un pequeño núcleo de pescadores que, procediendo también del interior, de tierra adentro, fueron creciendo a nivel del mar; respirando salitre y adaptándose a un mundo de aventura y peligro en frágiles barcas de las que dependía  la subsistencia. El medio en que se vive, influye mucho en la forma de ser de los pueblos. Ese medio, muchas veces hosco, inhóspito, bronco y arriesgado, les fué marcando características muy especiales que impregnaron, no solo su forma de ser, sino también, su forma de actuar.

Los largos días de invierno que, las tempestades y malas condiciones del mar, les impedían salir a su trabajo; además del hambre, les hizo contactar más los unos con los otros haciéndoles más comunicativos, más abiertos, a la par que, más cautos en guardar los secretos de sus personales centros de pesca, hurtándolos al conocimiento de los otros, porque,  la mar, no tiene límites o paredes que acoten  las pertenencias: los límites vitales, de los unos o los otros. No existiendo la exclusividad de una pertenencia, en cuanto a la fuente de su existen­cia, se creó un feroz individualismo pero, al mismo tiempo, la misma habitualidad del peligro, les hizo colaboradores desinteresados, altruistas y fuertemente solidarios ante el peligro y en las ocasiones necesarias y estableció, junto a su individualidad, una comunidad solidaria muy fuerte que, todavía ahora, perdura como caracte­rística.

Su idioma, aún conservando la misma raíz y léxico, adquiere tonalidades y énfasis particula­res:  se hace más ruidoso, más abierto, más vocalizado,  más duro, más directo y rasgado; quizá un tanto brutal, menos sutil, porque adquiere las características del medio en que se desarrolla: el fragor del mar, la convivencia con el peligro, la necesidad de la palabra rápida y contundente de la orden en las maniobras de cuya rápida realización depende el éxito o fracaso de una buena pesca o de la salvación o muerte en una tempestad, o el que la voz deba oírse entre el fragor del oleaje, etc.

Actualmente, ya con la invasión del turismo y su contacto directo con él, es el núcleo de población más numeroso, más moder­no y diferenciado.

Hoy, debido al turismo, es el centro de producción económica del que brotan la mayor parte de los puestos de trabajo y es fuente, directa o indirectamente, del bienestar general de la población del Municipio y de todos aquellos inmigrantes que aquí se establecieron al calor de los beneficios.

Por otra parte, en este ambiente, se estableció una Parroquia Católica, se construyo una Iglesia, se crearon Escuelas y Centro Sanita­rio, se multiplicó el número de habitantes, etc. En una palabra, surgió una especie de capitali­dad en el seno de un Municipio cuyo Centro Administrativo, sigue en Capdepera aunque este núcleo de pobla- ción fué languideciendo en una cierta pasividad y en el que se conservan, casi intactas, las características  primarias y el sabor ambiental originales.

 

Todo ello, acentúa el sentimiento de centralismo incrementado por una especie de complejo de amor propio y concepción o sensación subconsciente de temor a la pérdida del grado de egemonia que siempre gozaron, creando una sensación de rivalidad colectiva entre los dos núcleos de población. Esa especie de rivalidad es, implícitamente, mutua, subyacen­te a veces o expresa otras; aunque no exagerada.

Lo que, quizá sí observamos en Cala Rajada, es un cierto latido de hijo emancipado, de mayoría de edad: algo así como, el que un hijo, sin dejar de sentirse como tal, sin renun­ciar a su origen ni a las raíces de que procede, tuviese conciencia de su posibilidad de andadura por sí mismo y de que, por méritos y circuns­tancias, ha entrado en un período adulto y de prosperidad que considera, por una parte, impor­tante y, por la otra, merecedor de una conside­ración particular hacia las necesidades locales que, entiende primordiales, para poder proseguir manteniendo o acrecentando, las posibilidades de bienestar, no solo para la localidad en sí sino; también, para toda la  gran Familia del Munici­pio. Por otra  parte, considera que, los Centros Administrativos y de todo tipo, deben estar al servicio del Ciudadano y, consecuentemente, cerca de éste y del que más lo precise por necesidad de individuo o de masa.

Realmente, la verdadera riqueza del lugar, no está en posesión de sus primitivos poblado­res, ni siquiera de sus directos descendientes. Una gran mayoría de ellos, sigue haciendo lo de siempre: pescar, aunque ahora, cuenta con mayores medios y más sofisticados para la realización más fácil y productiva de su labor. En general, está en posesión de vecinos de Capdepera o de otros allende fronteras. Así es que, no se puede, en justicia, tildar este fenó­meno,  de egoísmo personal y, de hecho, la Historia, está llena de casos como éste y, la han asumido sin traumas porque, la realidad de los hechos, se impuso siempre a las consideraciones de otro tipo aunque sin dejar de reconocer sus derechos, méritos y  sin dejar de respetarlos.   ...

Quizá puede ser, además, otro sentimiento subjetivo yacente en el espíritu, que aflora a través de consideraciones y de exigencias prácti­cas para lo que se entiende como el bien del conjunto.

Si la floreciente circunstancia actual de Cala Rajada muriese, aunque no creemos que los núcleos de población autóctonos, en sí mismos, desapareciesen ya que se adaptarían con menor o mayor sacrificio y tiempo; sí, entendemos, disminuirían grandemente muchas de las  condiciones del bienestar general que, actualmen­te, se gozan mayoritariamente y, aquí, de lo que se trata es de mantenerlas lo mayor y mejor posible.

Es una apreciación muy personal pero que nos parece evidente.

 


Caty Martinez Caldes i Juan Sancho Calafat (Jusan), compartint amb els lectors de Cap Vermell, un escrit de Marce López Sirer publicat en tres parts.

Nota: 
s'ha respectat el text original.