Del Libro CASIALGO de Marce Lopez Sirer
Tengo una sobrina llamada Marta que debe rondar ahora mismo los ocho años o así.
Suele dormir en casa de su abuela y, antes de irse a la cama a empellones porque, se queda amarrada a la televisión y no hay quien la separe de esa droga de la pantalla pequeña para irse a la cama a una hora prudente porque, por la mañana, tiene que levantarse con tiempo adecuado para ir a la Escuela y, como a todos los niños, y algún que otro mayor, se le quedan pegadas las sábanas al cuerpo y no hay quien la levante...
Esta Marta, infantil y tierna por la edad, en los gestos y los hechos, siempre ha tenido una especial viveza, mente despierta y energía particular. Ahora ya empieza a tener sus propios criterios y se patentiza y asienta su personalidad como debe suceder a muchas criaturas de su edad lo cual digo por no dejar sospecha que me ciega la familiaridad que con ella me une o por creer que es un ser excepcional pero, lo que le corresponde, desde mi análisis, se lo quiero patentizar porque lo considero justo.
El otro dia, mirando la TELE, entre su abuela y yo; ante una escena de caza que se desarrollaba en la pantalla, se le ocurre, sin más ni menos, súbitamente, ante el mayúsculo asombro de mis oídos, la siguiente frase a la que le dio un énfasis particular : " Yo no sé por qué tiene que haber veterinarios si hay cazadores "...
La frase y su recóndito sentido, todavía anda danzando por mi mente y levantando gran alboroto de ideas y consecuencias...
No sé si se capta todo el, para mí, gran sentido de la frase pronunciada por una niña de tan corta edad ante escenas que, generalmente, no producen reacción porque se está embebido y atento al rápido suceder de las secuencias en T.V. más que en el sacar consecuencias inmediatas sobre lo que se está contemplando y, menos aún, emitir juicio comparativo y consecuente tan rápidamente en una mentalidad infantil.
Las palabras de la niña, no solo me impactaron sino que provocaron mi propia reflexión sobre los hechos:
Evidentemente, es chocante, en un ser racional, el que existan remedios, médicos, veterinarios y curaciones en los propios seres racionales para, al mismo tiempo y por esos mismos seres, ir causando los males que se pretenden paliar o intentar evitar.
Un niño o un mayor, al contemplar una escena de enfermedad o muerte, siente un fuerte rechazo, una repulsión instintiva y, su impulso inmediato, es remediar, si puede, el mal, dolor o muerte que pueda haber causado por sí o por otro o por alguna enfermedad. Como consecuencia de este impulso y no teniendo, por sí mismo, medios con los que combatir adversidades, acude al médico y, si los hechos concurren en un animal, se acude al veterinario.
El fundamento de pensar que la niña me proporcionó y que ella tuvo primero, instintivamente, me conduce, además de a la caza como deporte, a los asesinatos y a las cruentas guerras.
En la, muchas veces, contradictoria actividad humana, hallamos hechos de dolor y muerte que el hombre ocasiona, unas veces por solaz y entretenimiento, como en la caza deportiva que no está motivada por una necesidad de subsistir, y otras, por redimir, bajo colores de banderas o contenciosos geopolíticos o de intereses, batallas sangrientas y dolorosas guerras entre los mismos hombres.
Al mismo tiempo, se crean medios médicos, veterinarios, medicinas y remedios para curar o combatir los males que el mismo hombre produce y, ésto parece demencial en cualquier mentalidad normal haciendo abstracción de los casos fortuitos de enfermedades y muertes ya demasiado abundantes en la naturaleza.
El razonamiento de la niña se condensa y explica en una aseveración, más o menos como ésta:
" Si el hombre ha de matar o herir, animales, por el gusto de hacerlo: ¿ Por qué necesitamos de veterinarios ? y si, los hombres, han de matarse los unos a los otros ¿ Por qué necesitamos médicos ? ..."
Yo sé que todo ésto es discutible y que puede ser justificado en parte o refutado en cierto modo porque ni médicos o veterinarios están concretamente para remediar los males que los hombres hagan sobre sí mismos, etc, etc. pero, en todo caso, la reflexión de una niña tan niña no deja de traer a nuestro pensamiento el hecho de que, muchas desgracias, dolores o muertes, podrían ser evitados si el hombre racional usase algo más de su condición y de su razón.
Esto escribo pensando en la frase que una simple niña de ocho años pronunció y de la que, siendo testigo directo, de alguna manera, saco consecuencias acertadas, a mi juicio, y de una forma escueta pero contundente que no es siempre corriente en mentalidades infantiles y que, además, hizo reflexionar a una mentalidad adulta como la mia y, supongo, que no solo a mi sola mentalidad...
Muchas veces deberíamos reflexionar, no solo como hombres sino también; como algún niño y tratar de poner coto o aminorar, en lo posible, las consecuencias de la actividad adulta convencida o la endiosabilidad de su conducta...
Con afecto: Caty i Joan