(Dado un verano cualquiera de esos veranos de nuestros lares)
Del Llibre Casialgo de Marce López Sirer
Chispeante, vitrificado, ardiente en el seno del campo de luz que las zarpas trae desde el confín de la órbita. la unidad prieta del calor y la luz, cae, inunda y anega, la tierra tórrida, reseca y desnuda en un conato de permanente incendio...
La piel de ébano, teñida en el color dorado de los soles, lisa, resbaladiza, le extrae, le iza, le succiona, le extrae líquidos desconocidos al cuerpo sudoroso por los canalículos de los poros y los cuerpos sudorosos extienden su extremidades y abren su amapolas a los juegos del sol y las ramas arborescentes para absorber la tenue frescura traída en un cuenco de brisa que refresque toda la piel encendida en un hacer de músculo; un correr o un andar en cualquier esfuerzo.
Contemplo el espectáculo vivo desde cualquier parte y me deja la fauce reseca, áspera, ingrata.
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Todo el día será así y solo al anochecer, la sirenas generosas hablaran silentes sus breves susurros de voces, cantos y armonías que, desde sus femeniles bocas, nos traerán la sensación de enanos glaciares entre los labios ansiosos y, acaso, montaremos grupas frescas de manantiales recién nacidos en las alturas que, generosos, nos olvide la cizaña tostada en los campos espesos de calor insoportable, nacido en la chispa del pedernal que pasean los canes infernales por los ámbitos de los insoportables calores y los imposibles ahogos...
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Compartit per Caty Martinez i Joan Sancho-Jusan