del llibre "Casialgo" de Marce López
El mar y cuanto con él se relaciona, es siempre misterioso y atrayente. Siempre le tuve una inclinación muy particular a la par que un respeto, curiosidad y un angustioso vértigo a su profundidad en los días que cabalgué, por una u otra razón, sobre su lomo en cualquier circunstancia de su versátil proceder; ya fuese en una calma total y transparente de la inmensidad de sus aguas que me permitieron ver hasta lo más profundo de su seno o en la opacidad violenta y opaca de sus días broncos.
La grandeza del ambiente en que te halles, acentúa siempre la nimiedad de tí mismo y te sientes en la realidad de tu pequeñez e insignificancia.
Estas sensaciones, proceden de la relatividad y son en función de los términos comparativos; de las referencias entre tí y tu entorno.
En cualquier caso, y llevado siempre por ese atractivo innato, siempre se acentúa mi curiosidad especial por el mar, quizá porque, acaso, fué mi procedencia primaria y mi cuna ...Conozco de los efectos pero ignoro su real procedencia.
En este deambular por las orillas, por las costas llanas, playeras o por los imponentes acantilados; ya en las madrugadas o en los mediodias o en las tardes y en las noches claras o en las tenebrosas noches, la misma presencia del agua marina, me cala hondo en la sensibilidad y, cualquier detalle, desde el beso plácido, mimoso de las aguas a la costa o del brutal fragor de las rompientes en las agrestes rocas, hasta la vida de las diversas especies que en el mar tienen morada, y deambulan, desconcertantes, en su vida sumergida, en su aire de agua, con la misma soltura, hábito y naturalidad que cualquier especie terráquea, llamaron siempre mi atención y me las quedé observando y, como siempre, tratando de comprenderlas en largas horas de contemplación que se prolongaron luego de ido, como en una onda, al través de las horas inmediatas llevado por fantasías y ansias de comparar y entender...
Y me pasé también muchos y largos ratos sentado sobre el mismo suelo junto a algún hombre de mar moreno hasta el negroide que reparaba redes desgarradas sentado también en el suelo de los muelles, al que contemplaba con admiración la habilidad de su pasar y repasar, anudar y reanudar, pacientemente, el hilo cargado en su especial aguja que, lenta pero incansable y persistente, iba, diligente pero sin la disciplina de las agujas de algún reloj exigente, avanzando incansable hasta la culminación de su obra reparadora... Le miraba absorto en esa labor magistral y primitiva de sus ágiles manos mientras, con el dedo mayor de su pie descalzo introducido en el hueco de alguna de aquella multitud de mallas, sostenía, por el otro extremo, la red tirante que le facilitase su labor...
El, me dejaba contemplarle en silencio. En el silencio mio lleno de conversación íntima y privada, iba pensando en la trampa que la sutilidad de la red constituía para los peces, para las vidas inocentes que, en aquellos mismos momentos, vivían su vida en las aguas someras o profundas y que, allí mismo, se estaba urdiendo la muerte de aquellas dos vidas ajenas a lo que, en aquel lugar, se hacia y en lo que, ni el mismo marinero siquiera, se le estaba ocurriendo: tan inocente, en aquel instante, el pez como el reparador de la mortal trampa...y, las ideas, se me hilvanaban gratuitas vivas e involuntariamente...
Sí, el pescador es un tramposo que engaña al pez para atraparlo y, aunque le sea necesaria la pesca para la personal subsistencia y le sea justificado; no deja de ser, siendo humano, una alevosa forma de conseguirlo a costa de la inocente mentalidad de la víctima que vaya a caer en la trampa y, este razonamiento, me conducía, por asociación de ideas, a la comparación con las trampas del campesino que me parecía menos trampa o quizá más noble o menos grave porque, el campesino, le da a la tierra el algo de la semilla y, esa semilla cumple su vida, su maduración, para extender a su especie y, es entonces, cuando ese campesino se la roba para su propio beneficio...Esto me parecía más noble o, por lo menos, no tan avieso. No pensaba, en aquellos momentos, en el campesino ganadero o en el cazador.
En cualquier caso, ni la una ni la otra, me parecían bien...
Juntos, un hombre de mar, en su labor, y un joven de imaginación galopante, y absorbente, sin buscarlo ni el uno ni el otro... fueron dando contenido y hasta formas a reflexiones esparcidas en el ambiente.
Observante y a reflexiones posiblemente muy poco acertadas e inconsecuentes con la realidad de la existencia
Se hablaba muy poco...: cada cual iba por su sendero...
En una ocasión, el hombre de mar, al que imaginaba en la soledad de un mar sin fronteras entre peligros imprevistos, en la zozobra, en el esfuerzo, aislado en un cascarón de barca imperceptible en la dimensión de su mar, me habló de riesgos, fatigas, fracasos en las capturas, naufragios y demás riesgos del quehacer cotidiano en el mar y yo comprendía la razón de aquellas quejas suyas que, en verdad, a nadie comunicaba; era el suyo como un soliloquio en voz alta... quizá ni siquiera tenía en cuenta que alguien le estaba escuchando: quizá como un hablar solitario, para sí mismo, en la soledad de su barca...
Pero, en cierta ocasión, me habló de la lucha a muerte en el seno de los mares entre sus propias criaturas y, sin pretenderlo, solo por contar algo que, quizá, a sí mismo, le afectaba, me contó que, entre las muchas variantes de relación predadora invisible en el seno del mar, había un trío conexionado en el acto de su vivir y morir y que me pareció interesante y curioso, lo suficiente para relatar ahora y aquí mismo:
El trío está formado por tres especies completamente diferentes: El pulpo, la "morena" y la langosta.
El pulpo, con la multiplicidad de sus brazos poblados de absorbentes ventosas, atrapa a la acorazada langosta envolviéndola en la malla de su abrazo y se le come la pulpa.
La langosta persigue y atrapa con sus fuertes pinzas y las aceradas uñas de sus patas, a la deslizante y escurridiza "morena" y también de ella se alimenta.
La "morena", con su cuerpo de serpiente mucosa, resbaladiza y escurridiza, persigue y caza al pulpo sin hueso, todo blanda carne, y lo devora.
Parece increíble pero, es así de real; en este solo triángulo inimaginable, casi incomprensible, se encierra una cadena de alimentación y destrucción selectiva, implacable, inexplicable y misteriosa.
El mundo del mar y el de la tierra, son similares en cuanto a la subsistencia y la víctima.
Bajo un palio de cielo azul o fosco, de estrellas y sol, de tormentas o calmas; un mundo de seres se devora sin piedad.
Parece que, el hombre, dotado de la virtud de la consideración y la concepción de la piedad, debería estar exento de esa regla cruel de la Naturaleza pero, no: el hombre, como todo lo viviente en este mundo, va sujeto y encadenado a la misma ley.
¿ Es que "cruel" es solo un concepto humano sin una raíz concreta y excepcional en el ámbito de la vida como privilegio de la raza de los hombres ? ¿ Es que solo nos podemos distinguir por la idea abstracta de la humanización sin una posibilidad de aplicación práctica posible ?.
Algunas veces, parece que, siendo, no somos parte de la Naturaleza y que llevamos un privilegio especial adquirido por designio de Dios o por el aprendizaje en el largo camino recorrido desde las cavernas hasta el hoy pero, otras veces, vemos palpablemente, que nos hallamos, en el arte de ser hombres, absolutamente en el mismo período del génesis, en las mismas condiciones que el antepasado hundido en el tiempo del pretérito y allí anclado, sin posibilidad alguna de hacerse a la mar de una nueva forma de subsistencia concordante con el emplazamiento intelectual, civilizado, espiritual; incluso en las características de la fecha de hoy.
Estamos subyugados a unas fuerzas ineludibles, férreas a las que no podemos sustraernos ni con todo el esfuerzo de que nos hizo capaces ese montón de eras, épocas , miriadas, centurias de aprender, observar, estudiar, reflexionar, filosofar, esforzar y asimilar los andares que, en la historia, nos legaron los antepasados y el cursar el largo camino recorrido hasta la hora de hoy, paso a paso,... de hombre.
Ya solo queda la esperanza de que, en el camino que todavía falta por recorrer, no sabemos hasta cuando, la humanidad consiga, aunque sea lentamente, alcanzar a quebrar la cadena que nos aherroja a los imperativos que comprime a todo ser vivo en una sola dimensión y poder zafarnos, en ese contexto, de esa implacable ley y, por lo menos, distinguirnos, en ese algo, de los demás componentes de la escala zoológica. No por distinguirnos en una acepción vanidosa sino por méritos del espíritu e intelectuales o por ser hechos a semejanza de Dios lo que no me canso de repetir y considerar .
Cualquier camino de hoy, procede del pasado y la historia de cualquier humanidad o especie zoológica. Cualquier situación de ahora no es nuestra; es de la historia. Es la historia de todos, es el conjunto de todos los hechos, conocidos o no, que a la humanidad le acontecieron hasta hoy.
Cualquier andadura o camino transitado, resulta pequeño ante el gran y largo camino recorrido o de cualquier otro que espera al hombre presente o venidero y, quizá, en algún instante del esfuerzo mental humano, descubra que puede sintetizar, hallar o descubrir como un MANA. Cual el bíblico, que le dé a la humanidad la posibilidad de concordar con su condición humana sin necesidad de la cruel e impropia imposición actual de subsisistir a costa de las vidas ajenas en cualquier escala.
Y, si en la BIBLIA, sucedió en el hecho de un milagro, suceda algún día como fruto y mérito del esfuerzo propio y directo del hombre desde su capacidad de crear aunque, en este mismo momento, no lo haya alcanzado.
He dicho siempre, quizá por mis ensoñaciones, y lo he predicado con plenitud de convicción que: EL HOMBRE NO TIENE IMPOSIBLES SI SE LE DA TIEMPO.
Las mismas condiciones que podría imponer el SOL por el hecho de su desaparición, con el tiempo, le daría al hombre posibilidades de superarlas si se le da tiempo para conseguirlo.
Y, en ello no creo gratuitamente o por una imagen de sueños o por la influencia de una fé ciega sino por constatar, en la experiencia real y la contemplación de los logros, aunque cortos, ya por el hombre conseguidos.
Y por creer así, así expreso libre de prejuicios y basado en la capacidad gradual del hombre en la ruta de los tiempos...
Yo no puedo decir o negaros nada, creed, porque; ésto no es un auto de fé: es un juicio frío sobre la posibilidad del hombre contemplada con basamentos concretos desde un hombre en la contemplación real de los hechos humanos por un hombre de ayer, hora mismo.
Aquel que, en ello pudiera negar o ser incrédulo, tiene su derecho y su personal razón de discernimiento y, a mí, no me importa ni me altera ni me cambia porque, lo ya conseguido por el ser humano hasta el presente, avala, sin sombras para mí mismo, cuanto al respecto creo y me sopla certeza.
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Caty Martinez i Juan Sancho "Jusan"