"Ser de Cala Rajada no es vivir aquí o tener una casa aquí, si no sentirse de aquí". 
  

Muy buenas tardes,

Estar aquí para hacer el pregón de las fiestas de Sant Roc de Cala Rajada es para mí muy especial,  por supuesto un honor que hayan pensado en proponerme esta misión.

Quiero empezar haciendo una brevísima pero necesaria mención a la historia de esta fiesta, que es de dónde venimos: Sant Roc es el oratorio primigenio de Cala Rajada, lo que conocemos con certeza es que sobre la segunda mitad del s. XIX, se asienta el núcleo de las primeras viviendas y almacenes comerciales entre las zonas del puerto y Cala Gat,  terreno de marineros y veraneantes que con el tiempo configurará Cala Rajada. En el fantástico archivo del municipio hay fotografías de 1891 en las que se puede ver la capillita de ese primer oratorio, que se irá rodeando de casas y la imponente Torre Cega. Cala Rajada era un pequeñísimo asentamiento que trabajaba de cara al mar, prácticamente todas las mercancías y comunicaciones para la zona se hacían por esa vía. Y San Roc era un santo que protegía de epidemias, de hecho, en muchos puertos donde había aduanas y movimientos de personas y mercancías, se establecía su vocación para invocar su protección.

Ser de Cala Rajada no es vivir aquí o tener una casa aquí, si no sentirse de aquí.   

Yo nací  aquí en Cala Rajada  y desde niña he visto la transformación de este pueblo hasta lo que somos hoy.  Vivo en la plaza de los pinos y os puedo asegurar que soy partícipe de estas fiestas desde que tengo recuerdo. La plaza era el núcleo del pueblo, con la parte redonda en medio, jugábamos todos los niños con las bicicletas, el balón, con las canicas, me acuerdo cuando se ponían los papelines de las fiestas con total expectación porque ya olíamos el ambiente festivo, y ya esperábamos el día del judo, el de ballet, del ball de bot, de la orquesta de verbena, y hacíamos apuestas si la primera tormenta de verano mojaría los papelines un año más o no.

He dedicado mi vida a la música. Soy pianista, y más allá de mi profesión de intérprete y pedagoga, desde hace muchos años ofrezco todo el tiempo y energía que puedo a este pueblo, con lo que creo que mejor sé hacer, que es la música.  Proyectos como: el Festival Serenates d’Estiu de Cala Rajada que este año ha cumplido 35 años, los 10 años de Concurso Internacional de Piano Vila de Capdepera, cursos y master clases en la escuela de música, encuentros de orquesta, recitales, conciertos…. es mi humilde aportación a que nuestro pueblo, sea un lugar donde las personas vivamos en un entorno mejor. 

Es una satisfacción que miles de visitantes que han pasado por estos eventos recuerden nuestro pueblo, más allá de su belleza y localización, como un lugar también de referencia cultural.  

He llevado y seguiré llevando su nombre con alegría y orgullo, por todo donde he viajado y trabajado, tanto en España como en Europa, Asia o América, hablando de él a las personas y en los medios de comunicación, y con mucho gusto,  muchas veces  situándolo en el mapa. 

La música es un lenguaje universal con un gran poder comunicador y sensible, no sólo nos produce placer si no que hace que nos desarrollemos en un entorno más humano. Un mundo sin música sería inconcebible. Tiene el poder de conectar con nuestras emociones, recuerdos, interviene en nuestro sistema nervioso y cognitivo, tiene efectos fisiológicos y sensitivos en los seres humanos.

Es el arte que entra por el oído y va directo al corazón.

En la historia de la humanidad hay multitud de referencias de la importancia en la sociedad de la música.  Todas estas cuestiones le otorgan un importante valor social: compartir música es una actividad que facilita la expresión y conexión de los unos con los otros.

Un pueblo son las personas que lo forman, (sus lazos familiares, sociales, los grupos de actividades, un sentir común que ayuda al mantenimiento de una esencia que lo hace único).  Todo esto es lo que verdaderamente le confiere su identidad duradera en el tiempo. Y esto hay que cuidarlo mucho día a día para que nos sintamos parte de donde vivimos, cuidar y estar orgullosos de nuestras tradiciones, querer nuestro pueblo, que las personas nos sintamos a gusto en él, que sea “ca nostra”. No mirar hacia otro lado, porque no vivimos en otro lado.

Sentirse de un pueblo es también hacer cosas por los demás. Me siento feliz de poder aportar valor a nuestra comunidad, y agradezco y reconozco de corazón a todas las personas que me han acompañado y acompañan altruistamente con su tiempo e ilusión a manifestar proyectos culturales para el bien común, porque los esfuerzos compartidos, son, con diferencia, los más gratificantes. Las cosas que pasan son porque hay personas que quieren que pasen y que ayudan o canalizan para que eso ocurra.

Transmitir esa ilusión por colaborar y participar es labor de todos, con una especial mención a la comunicación intergeneracional: reunir la vivencia de las personas de más edad, su perspectiva de los años vividos y todo su conocimiento, con la energía de los jóvenes y nuevas generaciones, es crucial para formar un pueblo totalmente inclusivo, con raíces y modernidad. A los niños, niñas y jóvenes, quiero decirles que se formen, estudien, viajen, que no pierdan nunca el interés por aprender de la vida en general…,  pero que tengan siempre presente en mente y corazón que éste es su pueblo, y que deberán  coger el bastión y seguir adelante con los propósitos que nos enriquecen como tal.

Y sin más, para concluir, sólo me queda desear que estas fiestas sean un punto de encuentro y de reconocimiento para todos y todas, que no nos olvidemos de nuestra identidad cultural, y que el orgullo que debemos sentir por pertenecer a nuestro pueblo,  un pueblo que nació mirando al mar,  nos siga guiando e inspirando en el futuro, en el que los cambios que suceden de manera a veces vertiginosa, no nos nublen el sentimiento de arraigo.

Os deseo a todos un buen verano y unas muy felices fiestas de Sant Roc. Visca Cala Rajada!

 

Noemí Dalmau Fuentes