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Categoria: Collaboracions
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SOMOS DE AQUÍ



Del Libro “Casialgo” de Marce López Sirer





 

Nosotros somos de aquí, de este Pueblo.Es pequeño aquí y es grande o es inmenso. Todo depende de la medida con lo que lo midamos. Es pequeño comparado con el Universo, comparado con todo el mundo o con España toda o, con toda Mallorca si queremos pero, es grande, medido con nuestros pasos o con los ojos nuestros o sentido con nuestro corazón.

Si, nosotros somos de aquí. El primer aliento de nuestra vida fue de este aire... y nuestro primer lloro, nuestra primera sonrisa. La primera luz que vimos, el primer sonido, el primer alimento que tomamos. El olor primero que percibimos, nuestros primeros pasos. La primera palabra, el primer con­cepto, la primera persona que nos toco... Todo lo primero que nos sucedió desde el primer segundo de nuestra vida, fue "Gabellí" y, aun ahora, el mundo geográfico y el mundo humano "Gabellí" no nos es totalmente conocido. Nuestros pasos no han bordado todavía todos los lugares, todos los caminos, todos los rincones, todas las maravillas que existen en nuestro "Aquí". Tampoco hemos calado completa­mente todo el fondo del alma "Gabellina", ni hemos profundizado por completo en nuestra propia histo­ria, de la que quedaran siempre secretos desconoci­dos. No hemos llegado todavía a todo nuestro más allá, pero os podemos asegurar que lo amamos, que lo amamos instintivamente, inevitablemente. Cuando nos alejamos de "Aquí", es como si nos arrancáse­mos, como si nos desenraizásemos, como si nos desmaternizásemos... Y no es porque crea que "Aquí" es perfecto o que sea perfecta la condición humana que nos forma; sino, más bien, creemos que es un entrañable y profundo sentimiento visceral el que nos tiene abrazados a todo lo nuestro. Es como si, para nosotros, todo el mundo comenzase y termi­nase "Aquí" aunque conozcamos que hay una extensión, una prolongación más allá de "Aquí". Lo nuestro es quizá, un sentimiento muy primitivo.

Dicho ésto como base de nuestro pensamiento, pasamos a deciros lo que es motivo fundamental de lo que hoy queremos analizar.

Desde el principio de la existencia humana, en este mundo hubo un proceso que ha ido evolucionan­do desde el individuo a la familia, a la tribu, al pueblo, a la regionalidad, a la nacionalidad, a la federación de nacionalidades; a la formación de bloques nacionales y, estamos en estos momentos, viviendo la metamorfosis que nos conduce a la mundialidad, a la universalidad.

Nosotros contemplamos la pluralidad de seres humanos y sus diferencias en formas, razas, colores, concepciones intelectuales, religiosas, históricas, políticas, costumbres, idioma, arte, etc. y, no se puede negar de forma alguna, esta pluralidad, pero también es absolutamente necesario tener en cuenta, que por mucha pluralidad, por mucha diversidad de todo orden que exista, todos vamos incluidos en el mismo mundo. Todos tenemos parecidas característi­cas primarias, parecidas dificultades y enemigos, parecidas posibilidades y fines y, todos, semejantes objetivos.

Lo que hemos expresado al principio, es una realidad pero no se contradice en absoluto con la idea que vamos adquiriendo a través de la observación de la realidad contrastada con la historia, y nos detene­mos primeramente en el racismo. Aunque se haya difuminado mucho, la idea racista subsiste, mayorita­riamente, un racismo en el que ha desaparecido, en cierto grado, la violencia, pero que sin ninguna duda, existe instintivo o intelectual: es como si existiese una diferenciación y una inclinación a no mezclarse. La gente, en general, rechaza la mezcla. Es decir: los negros con los negros, los orientales con los orienta­les, los índicos con los índicos y los nativos de la América primitiva, con ellos mismos. Hemos habla­do con padres de muy diferentes estamentos sociales y diversas nacionalidades y hemos encontrado una respuesta común, en general: no quisieran que alguno de sus hijos se casase con un negro, un amarillo o un aceitunado, etc. Aceptan que son seres humanos, pero no los quisieran en la propia familia. Entre las mismas generaciones de jóvenes que no tienen esta diferenciación tan acusada, son únicamente excep­ción los que no tendrían inconveniente en formar familia con otro humano de raza diferente. Entien­den, si, que el racismo debe desaparecer, pero desde un criterio moral o intelectual; pero cuando les llevas a una reacción íntima y personal, se percibe un claro rechazo.

Nosotros comprendemos este sentimiento y creemos que pasarán muchos años antes de que esta diferenciación instintiva desaparezca o que se gene­ralice la igualdad entre los unos y los otros, pero si estudiamos este problema de forma realista, creemos que hemos de ir trabajando para que el ser humano comprenda que todos los seres humanos tienen objetivos comunes de superación y peligros comunes de los que todos, sin distinción, nos hemos de defen­der: enfermedades, etc.

Nosotros quisiéramos, respetando siempre las características de cada unas de las razas, culturas, costumbres, etc. que empezásemos a vernos todos a todos, no como enemigos o como seres pertenecien­tes a diferentes galaxias. Siempre contando con el respeto mutuo a las características; creemos que hemos de empezar a olvidar el racismo como funda­mental en nuestro modo de enfocar el tema.

Nosotros somos opuestos a los límites o fronteras geográficas de la clase que sean.

De momento, tendríamos que contemplar el mundo como una sola unidad geográfica en función de los humanos: El mundo es la casa de todos, el hábitat de todos.

El progreso, en cuanto a comunicación, hace a todo el mundo relacionado, comunicado y próximo y, no vemos por qué han de existir rayas imaginarias o compartimientos que separen a los hombres unos de otros.

No hay tribus o pueblos o nacionalidades en cuanto a la idea básica: todos son ciudadanos de la Tierra.

Las nacionalidades actuales no son más que los restos de la concepción primitiva del estableci­miento de espacios vitales y hábitat, que nos vienen de las tribus primarias. Hoy, esta concepción de espacio vital, no es racional.

Nosotros creemos en la anulación de estas fronteras y que todos puedan considerar todo el mundo como de todos.

El sentido político tendría que dedicarse a fomentar esta inclinación y admitir a todo ciudadano, como ciudadano del Mundo.

Si el Mundo fuese de todos, no habría necesi­dad de fuerzas armadas multiplicadas por el número de naciones, ya sea en misión defensiva o ofensiva, porque nadie tendría por qué atacar a nadie ya que, todo el mundo, sería la nación de todos como con­cepto esencial.

Parece que, tal y como están las cosas hoy mismo, no es posible, a corto plazo, llegar a un cambio estructural producto de una concepción racional de lo que pretendemos comunicar, pero si observamos la historia, vemos que, precisamente la tendencia general, va en este sentido. No se trata de conseguirlo mañana o el año que viene; se trata de pensar en ello y explicarlo para comprender que sería mucho mejor. En todo caso, creemos que es evidente que si, primitivamente, estábamos más divididos, más esparcidos, actualmente estamos más agrupados y se trata de hallar soluciones a toda la problemática humana de una forma más global y coordinada. Es presumible que, un día, esos dos grandes bloques en que, actualmente, se halla dividida la humanidad, encontrarán el camino más conveniente para consti­tuir un solo bloque entre todos, aunque existan y se respete pluralidad de origen, pluralidad y diversidad de raíces, pluralidad de características, etc. Es por esta razón que, nosotros, con toda buena fe, nos sentimos ciudadanos del mundo sin dejar de ser quienes somos. Sin renunciar al origen de nuestro nacimiento, ni a la forma que tenemos de sentir, ni a nuestra historia, ni a nuestras costumbres, etc. Confiamos y esperamos, pero esperando razonablemente activos, mirando a finalidades más altas que las pequeñas particularidades, y ello es así, porque tenemos fé, no solo en el progreso científico y técnico del hombre, sino; también, en la evolución moral precursora de que, un día, podamos tomarnos de la mano todos, sea cual sea el origen de cada cual, para ayudarnos mutuamente y hacer un solo cuerpo de humanidad que nos facilite el enfrentarnos a los graves problemas comunes que a todos nos atañen.

Esperamos que sea así y que lo sea para bien.

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Caty i Joan